Frank Boon y las cervezas lámbicas: 10.000 decisiones para rescatar una tradición

La lámbica belga, al borde del olvido
Durante buena parte del siglo XX, las cervezas lámbicas tradicionales —como la Geuze y la Kriek— parecían condenadas a desaparecer. La modernización de la industria cervecera, la irrupción de la lager y la falta de continuidad en las pequeñas cervecerías familiares dejaron el estilo en un punto crítico. Lo que una vez fue parte del tejido cotidiano del valle del Zenne, se convertía en reliquia.
Fue en ese momento de declive cuando Frank Boon apareció en escena. Joven, meticuloso, y fascinado por la complejidad de la fermentación espontánea, Boon decidió ir contra corriente. Inspirado por el maestro mezclador René De Vits, comenzó su trayectoria como blender en la oscuridad de las bodegas, aprendiendo que hacer lámbica es cuidar de algo vivo.
Un hombre, un blend y una visión
En 1978, Boon lanzó su primer gran blend: Mariage Parfait, una Oude Geuze intensa, equilibrada y longeva, que representó su filosofía de trabajo: precisión, paciencia y respeto absoluto por el producto. Desde entonces, su nombre se convirtió en sinónimo de rigor y tradición.
Con el tiempo, fundó Brouwerij Boon en Lembeek, restauró foeders con madera de siglos de antigüedad, y lideró el movimiento que consiguió el reconocimiento legal de la Oude Geuze como especialidad tradicional protegida. Además, participó activamente en la creación de HORAL, organización clave para la difusión y defensa del estilo lámbico.
El futuro del Lambic se escribe en Boon
Hoy, más de cuatro décadas después, la cervecería Boon sigue en manos de la familia. Sus hijos, Jos y Karel, combinan el legado paterno con nuevas ideas: sostenibilidad, apertura al público, y experimentación dentro del respeto al origen. No buscan reinventar el Lambic, sino mantenerlo relevante.
Pocas historias cerveceras encarnan tan bien la tensión entre tradición e innovación. Y pocas personas han influido tanto en la cultura cervecera belga como Frank Boon, cuya obsesión por la calidad ayudó a salvar una de las formas de cerveza más antiguas y complejas del mundo.
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